Manteniendo siempre a los libros de texto como herramienta indispensable para fomentar el aprendizaje, el cine, ese estupendo Séptimo Arte, ayuda y ameniza también el aprendizaje a lo largo de toda nuestra vida: desde la infancia hasta más allá de la jubilación.
Soy de la generación de Sonrisas y lágrimas (The sound of music) la historia vista desde un punto de vista americano, pero a fin de cuentas historia, de Mary Poppins tan british y tan deliciosa, es imaginación al poder cien por cien, de Chitty Chitty Bang Bang, más imaginación y más música y más amor y aventuras. Me considero también de la generación de E.T. y del señor Spielberg, que aunque a veces se toma algunas licencias históricas, no deja por ello de ser un genio, La lista de Schindler, es la obra de un genio, en blando y negro y vaya lección de historia. Todas las películas que he mencionado, salvo error u omisión han usado, en mayor o menor grado, los efectos especiales en su metraje. Ojo, considero efecto especial (¿han dirigido ustedes alguna vez una película?, cuando van los dos actores en el coche y hay que filmarlos como si pareciera que realmente van en el coche, cuando en realidad están parados dentro de un coche parado. Pero son películas con guión, con un argumento que seguir, con el que ries, lloras, te enfadas o te emocionas. Ahora, en este siglo veintiuno, vivimos en la era de los efectos especiales, todo es efecto especial, no nos enseñan nada, no aprendemos nada. Para terminar otra lección de historia, también la dan los americanos, pero también les toco a ellos vivirla en papel protagonista: Pearl Harbor, con efectos especiales y guión.