La idea de cambiar el lugar de residencia habitual por el objetivo de encontrar un puesto de trabajo es cada vez más habitual. Cuando esto ocurre, las sensaciones de tristeza y esperanza se mezclan y uno no sabe bien si sentirse feliz o infeliz. Por una parte, dejas todo lo conocido, abandonas hogar, amigos y lugares de siempre. Por otra, el horizonte se perfila enorme y desconocido: otra cultura, otras gentes, otras sensaciones. Y no hablo sólo de cambiar de país, simplemente de traslado a una comunidad autónoma diferente, aquí en España.
Tristeza si, porque la tristeza lleva también el recuerdo y la nostalgia, que son sensaciones que nos hacen ser mejores personas. Y esperanza también, porque ella es igual a valentia y arrojo, a ímpetu y coraje. Se van, pero seguro que volverán. Más fuertes.
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